martes, 4 de septiembre de 2012

LA REAL FEDERACIÓN ESPAÑOLA DE CAZA  HACE BALANCE DE LA TEMPORADA DE INCENDIOS

-         La RFEC considera necesario el endurecimiento de las penas.

-         Los cazadores constituyen una masa social de vigilantes.

-         Valorará la personación como acusación particular en casos de incendios provocados.


Llegamos a este mes de septiembre tras uno de los veranos más problemáticos por los incendios forestales, con varias muertes, miles y miles de hectáreas calcinadas, zonas construidas arrasadas por el fuego y un gran número de ciudadanos desplazados de sus casas por el riesgo que suponían las llamas. Todos los días, los medios de comunicación reflejaban preocupantes noticias en los más diversos puntos de la geografía. La sequía, las condiciones climatológicas y, sobre todo, la acción de unos indeseables provocaban situaciones de angustia, riesgo para los equipos de extinción y miles de millones de euros en daños forestales. Ahora mismo, más de 170.000 hectáreas de superficie forestal se han perdido en lo que va de año, lo que triplica ampliamente los daños producidos en el mismo periodo de 2011 y es una de las cifras más negativas de todos los tiempos. Grandes incendios en Canarias, Andalucía, Valencia, Cataluña... prácticamente, en todas las comunidades autónomas. Se han vivido unos 13.000 incendios, en su inmensa mayoría provocados. Miles de piezas de caza y especies protegidas habrán sucumbido.



Las federaciones autonómicas de caza se han posicionado en las últimas semanas ante la grave situación creada, que también afecta a la actividad cinegética en muchas áreas de sus zonas de influencia, destacando el volumen de los daños producidos, lamentando las pérdidas humanas sufridas e intentado paliar la situación en las sociedades federadas afectadas. No es momento de buscar culpables más allá de esos desalmados que han provocado los fuegos, pero es evidente que se hace necesaria una política adecuada de prevención, de limpieza de nuestros montes y también, a pesar de los recortes económicos provocados por la crisis, contar con los medios adecuados, tanto humanos como de equipos, para intentar lograr un rápido control de los incendios forestales, que suponen una desgracia social y un ataque directo a los medios naturales. Ya hemos resaltado en otras ocasiones que los incendios forestales se ‘apagan’ mucho antes de que se desaten si se realiza una política de prevención suficiente y en la que esté comprometida toda la sociedad. La Real Federación Española de Caza (RFEC) lamenta que el repaso de cortaderos y el mantenimiento y construcción de infraestructuras haya venido siendo obstaculizado por la Administración.

En cuanto a la realidad que se puede constatar fehacientemente de que la inmensa mayoría de los incendios es provocada, la Real Federación Española de Caza considera que se hace necesario un endurecimiento de las penas previstas, unas eficaces investigaciones que lleven a los culpables ante los tribunales y la máxima colaboración ciudadana para descubrir a los pirómanos para que el causante (casi siempre intencionadamente) de un incendio forestal pague por ello. Finalmente, al igual que han hecho las distintas federaciones autonómicas de caza, desde la RFEC se pide a todos los cazadores una colaboración activa de vigilancia continua de nuestros montes, avisando inmediatamente de cualquier foco a las autoridades, a través del 112. Entre todos debemos limitar los daños forestales, una sangría que no puede mantenerse.

La Federación considera que los cazadores podrían acordar un protocolo tanto con las autoridades centrales como las autonómicas para la vigilancia de incendios en los meses de mayor riesgo. Y por último, recordamos que, como en el caso del veneno en nuestros campos (tolerancia cero), los entes federativos se personarán como acusación particular en los casos en los que haya imputados por los incendios. Pedimos la colaboración a todos los cazadores para lograr aminorar este grave problema, al mismo tiempo que insistimos en que se deben iniciar cuanto antes trabajos en nuestra masas forestales que impidan la rápida propagación de las llamas, que en determinados momentos se convierten en incontrolables y ponen en peligro la vida de esas personas que han venido realizando un encomiable trabajo para el control del fuego.

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